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Tuesday, October 18, 2005

La peste y el olvido

SOCIEDAD
La peste y el olvido

Jorge Olivera Castillo

LA HABANA, Cuba - Octubre (www.cubanet.org) - Adelaida ha limitado sus
contactos con el exterior. No me refiero a ningún asunto extrafonterizo,
allende los mares, sino a la inmediatez espacial que comienza justo
después de su puerta y ventanas.

La acentuada reclusión domiciliaria no la dictó un policía o un juez de
instrucción, fueron los casi 20 metros cúbicos de desperdicios que le
envenenan el hogar día a día.

El basural le ha ganado la batalla. Allí permanece a escasos seis metros
de su casa, exhalando una fetidez de espanto y enviándole
sistemáticamente un pelotón de moscas, una escuadra de roedores, algunas
garrapatas dejadas por los perros en sus visitas rutinarias al vertedero
y hasta gusanillos paridos por la putrefacción.

Con mucha suerte -en intervalos que exceden la semana- puede liberarse
de la pesadilla por la acción de un grupo de hombres encargados del
saneamiento de la ciudad; sin embargo, le es imposible decretar
victoria. La irregularidad de los recorridos con este fin, combinados
con una indisciplina social que ya es parte del folklor, permite que
amplias zonas de Ciudad de La Habana entren en la categoría de
inhabitables, no tan sólo por las averías arquitectónicas. Los
montículos de basura tanto geométrica como aritméticamente son de hecho
caldo de cultivo para diversas patologías que amenazan, en principio, a
niños y ancianos.

Los incentivos para el desarrollo de epidemias están a la vista de los
residentes de la Habana Vieja y Centro Habana, dos de los municipios más
populosos de la capital.

Aunque los depósitos se encuentren con capacidad, muchas personas
deciden verter los desechos, sin envoltura, a lo largo de la acera. Una
rutina que acentúa la consumación de un estilo de vida que pierde de
manera acelerada su sentido antropológico en beneficio de la zoología.

Adelaida prefiere el enclaustramiento y lanzar alguna protesta para
desahogar sus penas. Sabe que -según le comunicó un vecino- el problema
radica en la falta de transporte para esos menesteres, la insuficiente
disponibilidad de tanques para cubrir las necesidades de recolección y
ciertas dificultades administrativas y laborales.

Innumerables recipientes han terminado en talleres clandestinos que
utilizan el material plástico para confeccionar productos, luego
vendidos en el mercado negro. Otros perdieron su forma a manos de
jóvenes que desatan sus frustraciones destruyendo las propiedades del
estado.

Por otra parte, Ramona asegura que su olfato se adaptó a las
pestilencias. Poco le importa que la calle se inunde de porquería.

Ella no se inmuta por el fárrago de materias inservibles y corrompidas
frente a su cuartucho. En definitiva es una de las contribuyentes de la
cordillera de basura. No puede evitarlo.

Cada noche entre los residuos a depositar se cuentan las deyecciones
urinarias y los excrementos. Hace varios meses que las instalaciones
sanitarias sufrieron una rotura, desde entonces no ha encontrado
alternativas más civilizadas a causa de la miseria en que sobrevive.

Lo peor de todo es que el caso excede lo singular. En no pocas zonas de
la Habana Vieja centenares de núcleos familiares conviven en tugurios
privados de elementales recursos para enfrentar los imperativos de la
subsistencia.

Por ejemplo, las afectaciones en el suministro de agua, favorecen el
clima nauseabundo muy fácil de descubrir en cualquier sitio capitalino,
excepto en los lugares habilitados para el disfrute del turismo
internacional.

Por el momento -a grandes rasgos- las moscas gozan de perfecta salud,
las ratas vibran de emoción y los animales domésticos abandonados por
sus dueños continuarán hurgando en la cochambre en busca de un bocado.

Al parecer no existen soluciones a corto plazo. Así que, a acostumbrarse
a la hediondez y a idear defensas contra las efusiones perniciosas y sus
consecuencias.

La Habana Vieja ha sido catalogada por la UNESCO, Patrimonio de la
Humanidad. Según consta en una Enciclopedia, tal categorización se
asienta en el conjunto de parajes naturales y culturales a los cuales la
Humanidad da un valor especial, y por lo tanto les hace objeto de una
protección específica.

Adelaida y Ramona están ajenas a este mérito. Ellas, junto a decenas de
miles de residentes en lo que fue una gran ciudad pensarán que es una
burla, una tomadura de pelo, otra fanfarria que pone los ánimos de los
olvidados, al rojo vivo.

http://www.cubanet.org/CNews/y05/oct05/18a6.htm

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