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Friday, October 21, 2005

Los medios visuales y el totalitarismo

POLITICA
Los medios visuales y el totalitarismo

Raúl Soroa

LA HABANA, Cuba - Octubre (www.cubanet.org) - Los regímenes totalitarios
han dedicado siempre incontables recursos a la propaganda. Lenin, Stalin
y Hitler se percataron de la importancia que tenía, sobre todo, el cine
para el logro de sus objetivos. Lenin primero y Stalin después
comprendieron que en la batalla que iniciaban por la implantación del
comunismo en todo el mundo, el cine podía prestarles un gran servicio.
En el caso del nazismo, Hitler lo juzgó igual. Los recursos fílmicos de
la propaganda nazi fueron numerosos. Realizaron películas consideradas
clásicos de este tipo de cine, como Der Triumph des Willens, Sieg im
Western y Fuertaufe, que resaltan la superioridad alemana. La
documentalística sobre la guerra fue cuantiosa, y se destacó por sus
logros artísticos y técnicos. El uso de un continuo movimiento de las
imágenes actuaba sobre la psiquis del espectador, acentuando la
sensación del poder dinámico de las tropas nazis, y creando la
convicción de la invencibilidad de la blitzkrieg alemana.

El proceso revolucionario cubano fue, desde el principio, un
acontecimiento mediático. Ante las cámaras se anunciaban las nuevas
medidas y las nuevas leyes, se ridiculizaba al enemigo y se exaltaban
las virtudes del nuevo poder. El dictador dedicó -y dedica- cientos de
horas a su presencia mediática.

Los filmes soviéticos de los primeros tiempos recurrían al uso exclusivo
de tomas de noticieros, e incluían escenas que, más que convencer,
cansaban al espectador. A pesar de esas deficiencias iniciales, los
soviéticos se las ingeniaron para desarrollar métodos eficaces de
presentar sus ideas en la pantalla. Apenas hay un recurso de montaje que
no hayan explotado, y existen medios de presentación cuyo alcance
ampliaron hasta un punto entonces desconocido.

Estaban obligados a hacerlo así, porque su propaganda no podía proceder
como la de los países democráticos y apelar a la comprensión de su
público. Tenían, por lo contrario, que tratar de suprimir la facultad de
raciocinio que podía socavar las bases del sistema. Más que sugerir por
medio de la información, la retenían o la degradaban con ulteriores
propósitos de sugestión.

Incontables medios dedicó el sistema soviético a su cine, que llegó a
alcanzar un lugar destacado en la filmografía mundial, y sirvió como
vehículo para lanzar al mundo sus ideas y presentar la imagen de un país
idílico, superior, inigualable y heroico. El prototipo que intentó
vender la propaganda soviética de hombre ideal, ese obrero angélico, de
valores infrahumanos, y las grandes producciones épicas, donde nadie se
distingue de la masa, donde el heroísmo colectivo tiene caracteres
sobrehumanos, intentaban ocultar un mundo de miserias sin límites, un
mundo de muerte y desolación, el estalinismo.

El cine soviético dio hombres como Serguei Eisentein (1898-1948),
realizador de películas como El acorazado Potemkin, Octubre e Iván el
Terrible. Alexander Dovzhenco (1894-1956) creó las películas La Tierra,
Arsenal y otras. Vsévolod Pudovkin (1853-1953), autor de Suvorov y El
fin de San Petersburgo; Derguei Yutkévich (1904-1985), autor de
películas que tratan sobre Lenin: Relatos acerca de Lenin, Lenin en
Polonia, etc. Los hermanos Vasiliev, Serguei y Georgui (1900-1959 y
1899-1946, respectivamente), rodaron Chapaev, El frente, y otras. Mijail
Romm (1901-1971), autor de cintas como Lenin en octubre, Lenin en 1918 y
El fascismo al desnudo. Todos directores de talla mundial.

El ICAIC, siguiendo el esquema, le daría particular atención a los temas
históricos y políticos referidos en lo fundamental a la historia
reciente. El cine se convirtió en expresión directa de la revolución.

El joven cine cubano privilegiaría en un inicio el género documental. Lo
iniciaron Gutiérrez Alea y Santiago Alvarez con Muerte al invasor
(1961). Otras piezas dignas de mención fueron Por qué nació el Ejército
Rebelde (1960), de José Massip e Y me hice maestro (1961), de Jorge
Fraga. Santiago Alvarez devendría en fundador de la nueva
documentalística cubana, y por mucho tiempo condujo la emisión semanal
del Noticiero ICAIC Latinoamericano.

La importancia que el naciente régimen castrista concedía al cine como
medio de propaganda queda demostrada con la temprana fundación del ICAIC.

No poca importancia tuvo el docudrama, elementos de ficción y
documentalismo mezclados, del que se sirvieron realizadores como Pineda
Barnet, Oscar Torres y Oscar Valdés, y que fue dirigido fundamentalmente
a resaltar los pecados anteriores a la revolución y los valores de los
héroes revolucionarios.

Los recursos tanto técnicos como artísticos utilizados en los medios por
los regímenes totalitarios tienden a lograr en el espectador la
regresión psicológica para poder manejarlos a voluntad. De ahí la
relativa abundancia de artificios, necesarios para obtener los efectos
adicionales de los que dependen el éxito.

En el cine y la televisión, el arte del montaje lo cultivaron a la
perfección. El uso de los tres medios -comentarios, imágenes y sonido-
los dominan magistralmente. Tan pronto como la propaganda totalitaria
entra en acción, se emplea una intensa orquestación para influir en las
masas. Flashbacks históricos, narración de las actividades y
explicaciones de estrategia que realcen los avances logrados o en vía de
realización, los espacios informativos en Cuba son un buen ejemplo de
estas técnicas. Esta estructura está más dirigida a impresionar que a
instruir o informar. El eslabonamiento entre los testimonios está
reiteradamente encargados de la función propagandística.

Dentro de las representaciones visuales se explota al máximo el hecho de
que las imágenes apelan directamente al subconsciente. Se emplean
cuantiosos recursos con el solo propósito de provocar en el público
emociones específicas. En cualquiera de las llamadas mesas redondas
informativas, si se presta atención, se puede apreciar el eslabonamiento
entre las palabras de los periodistas o conductores y las imágenes
traídas a colación. Cuando tratan el tema de la guerra de Irak, por
ejemplo, siempre se eligen las imágenes que presentan al soldado
norteamericano desalentado y a la resistencia triunfal. Las imágenes son
siempre emotivas, de fuerte impacto en la mente de los espectadores,
cuando se habla de América Latina. Nunca vemos en la televisión sus
bellas capitales, el desarrollo alcanzado por países como Chile. No,
siempre se presentan imágenes rurales, de aldeas miserables y niños
escuálidos y hambrientos.

El uso de representaciones simbólicas se convierte en la columna
vertebral de la propaganda, junto a los comentarios inteligentemente
ubicados en la trama.

Otros importantes recursos son la explotación de las cualidades
fisonómicas del enemigo en su contra, la inserción de leitmotiv con el
fin de organizar la composición y acentuar ciertas intenciones por medio
de la imagen.

El uso de imágenes en conexión con comentarios, método tan usado en los
medios, se refuerza por el hecho de que muchas ideas sólo pueden
expresarse mediante imágenes. No se reducen a ilustrar el comentario,
tienden a asumir una vida independiente que en lugar de ir paralela
sigue su propio curso.

La propaganda totalitaria logra ingeniárselas para crear un comentario
más bien formal que evite manifestaciones heréticas o super explícitas.
Saben que las alusiones pueden grabarse más profundamente que las
afirmaciones y la acción contrapuesta de la imagen con el comentario
aumenta la gravitación de la imagen, tornándola un estímulo emocional
más potente.

Esta habilidad ayuda a confundir al espectador con una borrosa inserción
de cuadros para conectarlo a ciertas sugerencias. Muchas de las
descripciones orales no son más que una pausa vacía entre dos
insinuaciones visuales.

En las mesas redondas se puede notar que muchas veces parece no haber
relación entre lo que dice el conductor y la imagen presentada a
continuación en la pantalla, o la presentación es débil y mal
argumentada. Eso no es casual, ni es producto en todos los casos de
falta de profesionalidad.

La música representa un papel conspicuo. No sólo profundiza los efectos
producidos por la imagen, sino que interviene por su propia cuenta,
introduciendo nuevos efectos o cambiando el significado. Una alegre
melodía imbuye al desfile y decoración de la escena. A través de la
música la imagen afecta los sentidos con fuerza intensificada.

La música es utilizada también como elemento repetitivo. Vinculada a
determinada imagen, se puede saber de qué se trata sin ver, sólo
escuchar. Los desfiles tienen siempre la misma música. Siempre que se
hacía referencia a una "marcha del pueblo combatiente" le precedía o
acompañaba el mismo himno, llamado de igual modo "marcha del pueblo
combatiente". Cuando se da una noticia sobre Irak, se emplea de fondo la
misma melodía. El presidente de Estados Unidos tiene su música, Castro
tiene la suya. En estos días, Posada Carriles también goza de ese
privilegio mediático.

Nada es casual, esas repeticiones que nos parecen absurdas, esos largos
y tediosos discursos, ese noticiero donde todo es perfecto, ese cine que
no escapa de su "misión histórica", aunque a veces vista ropajes
críticos. No se deje engañar, en los regímenes totalitarios todos los
espacios están ocupados, nada se escapa, a no ser que convenga al
sátrapa o sea necesario en determinada coyuntura. En este tipo de
régimen el control es absoluto y férreo. No hay espacio para los
errores, mucho menos para el vuelo libre. La realización de muchas de
las películas más polémicas del cine cubano fue orientada por la
nomenclatura, respondiendo a determinada necesidad, a veces hasta de
catarsis. El cine, la televisión, la radio, en los sistemas
totalitarios, amén de sus logros artísticos o técnicos, son recursos
utilizados para la propaganda, no para realizar arte o para informar,
como ellos mismos anuncian. Son un arma al servicio del totalitarismo.

http://www.cubanet.org/CNews/y05/oct05/21a7.htm

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