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Monday, May 26, 2008

Asunto de Estado

Política
Asunto de Estado

En medio siglo, La Habana no ha hallado nada mejor para perpetuarse que
el fisgoneo.

José Hugo Fernández, La Habana | 26/05/2008

Todo el mundo recuerda (o debiera recordar) que hace algún tiempo el
disidente Oswaldo Payá descubrió que dentro de su casa, justamente en la
habitación donde duerme y realiza sus intimidades más personales, la
Seguridad del Estado había colocado micrófonos para espiarlo.

No fue un caso excepcional, sino parte de lo que comúnmente se practica
en la Isla. Y no únicamente con los miembros de partidos políticos
pertenecientes a la oposición pacífica. También con muchísimas otras
personas, mediante pretextos delirantes. Incluso con los propios
funcionarios estatales. Basta que la Seguridad del Estado considere de
interés político para el régimen las conversaciones de cualquier
ciudadano, para que en el acto se violen grotesca e impunemente sus más
elementales derechos de privacidad.

Tal vez se recuerde igualmente que al denunciar aquella mamarrachada,
Payá declaró que para lo único que debió servirle al régimen fue para
comprobar la ejemplar armonía y la felicidad con que su esposa y él
llevan el matrimonio.

El papelazo fue de marca. Al punto que cualquier gobierno menudamente
sensato (ya que aquí no vale hablar de respetabilidad) hubiese desistido
de esta práctica del rascabucheo de Estado, que además de ridícula en
grado sumo, debe resultar onerosa, desmoralizadora y bien cara, todavía
más para un sistema que sobrevive a saltos entre una y otra y otra
crisis económica.

Psicología cavernícola

Pero no. Parece que el régimen no ha podido hallar en medio siglo otro
recurso mejor para garantizar lo que ellos llaman la independencia de la
patria.

Así que optó por la institucionalización del fisgoneo y la publicación
de los (presuntos) trapos sucios de sus opositores, convencido además de
que, a la hora de hacerlo, su escuadrón de rascabucheadores se sitúa por
encima del bien y del mal.

Tan perdidos andan dentro del pantano de su psicología cavernícola (los
del régimen y sus cómplices del exterior), que no sólo incurren en la
ingenuidad de alardear públicamente de este ejercicio del esperpento
como si fuera una joya demostrativa de la pericia de su aparato de
inteligencia, sino que además pretenden venderle al mundo sus resultados
como el descubrimiento de una gran conspiración imperial contra ellos.

Fuera para desternillarse de la risa si nos lo permitiesen las
arqueadas. Y si no supiéramos que detrás de cada chancleteo mediático
(el de hoy, los de ayer y los que faltan) en torno a este asunto, queda
siempre en la sombra el dolor, la impotencia angustiosa, el desasosiego,
el miedo, el bochorno por compartir sin desearlo cuestiones privadas, la
tristeza de tantas familias de cubanos, cuyos integrantes tal vez mueran
de viejos (de hecho, han muerto muchos ya) sin poder denunciar el abuso
de poder de que fueron víctimas, sin reponerse de sus consecuencias y
sin el atenuante aliviador de relatar los detalles.

Queda, además, en el presente caso, el testimonio de una contradicción
que aplasta entre los anuncios de renovación tan cacareados por el
régimen y su empecinamiento en perpetuar prácticas de sus más execrables
momentos de la edad de piedra.

http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/asunto-de-estado-86620

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