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Tuesday, May 27, 2008

Hacia dónde va el gobierno cubano?

domingo 25 de mayo de 2008

¿Hacia dónde va el gobierno cubano?
Guillermo Almeyra

En comparación con las penurias del llamado "periodo especial", la
situación económica de Cuba ha mejorado sensiblemente y la economía
crece, a pesar de las dificultades, aunque ese crecimiento se refleje
muy poco en la vida cotidiana de la mayoría de la población. Por
ejemplo, los cortes de luz, que eran constantes y larguísimos, se han
reducido mucho; el transporte colectivo urbano mejoró, y la alimentación
también, pero la comida no es muy variada, es cara y en buena parte debe
ser pagada en el peso convertible cubano. Sin embargo, servicios
públicos esenciales que fueron de calidad, como la salud pública y la
educación, se han deteriorado y en la actualidad son blanco de muchas
críticas en la isla y, sobre todo, la corrupción y el robo de los bienes
del Estado (es decir, de todos), lejos de reducirse han aumentado porque
los salarios son cada vez menos suficientes para hacer frente al aumento
del costo de la vida y subsisten las trabas a la autorganización de
iniciativas populares que permitan reducir la escasez.

Por consiguiente, son reales muchos de los problemas que enumera el
artículo de Samuel Farber ("La vida después de Fidel"), publicado en la
revista Sin Permiso el 18 de mayo y, grosso modo, también tiene asidero
su visión de las cuatro corrientes político-ideológicas predominantes en
estos momentos en la dirección del partido y del Estado cubanos, a las
que él define como neoliberales, "comunistas de mercado", partidarios de
la aplicación en Cuba de un sistema sinovietnamita (control férreo de un
partido único sobre una economía de libre mercado) y un puñado de los
llamados "talibanes" o "huerfanitos" ligados a Fidel Castro y a una
política voluntarista de lucha burocrática contra la burocracia y de
medidas administrativas estatales contra los vicios que resultaron o
resultan del sistema.

Pero aunque sacarle una fotografía a la realidad cubana sea muy útil,
mucho más importante es colocar esa realidad en la dinámica de la
economía mundial y tratar de asir, de aprehender, las corrientes
poderosas pero poco visibles que se expresan en lo profundo de la
sociedad y no en los sectores dominantes o sólo indirectamente en éstos.
O sea, la tendencia no revolucionaria o potencialmente
contrarrevolucionaria alimentada por el descreimiento en la revolución
de parte importante de la juventud urbana, sobre todo habanera, que está
compuesta por una polvareda de lumpen, de pequeños delincuentes, de
gente que considera normales los fraudes y los arreglos de todo tipo, y
tiene como meta conseguir dinero de cualquier modo y como lema: "primero
yo". Y, en la vertiente opuesta, la tendencia revolucionaria,
socialista, democrática y, en los hechos, autogestionaria, que existe en
capas juveniles y minoritarias de los intelectuales y defiende a capa y
espada las conquistas de la revolución (la dignidad y la independencia
de los cubanos, el sistema educativo y sanitario, la democratización
social con la incorporación de los negros, las mujeres y los pobres en
general, el internacionalismo).

El aumento del costo mundial de los alimentos y del petróleo se sentirá
cada vez más con mayor fuerza, ya que las medidas que se adoptaron para
paliar este problema (como la entrega de tierras y apoyos a los
campesinos o las exploraciones petroleras) no darán frutos en el corto
plazo y además los ingresos por concepto de turismo, que sirven para
pagar las exportaciones, se reducirán, porque la crisis económica
afectará el poder adquisitivo de las capas más pobres de turistas de las
clases medias europeas y canadienses, y encarecerá los viajes en avión a
la isla y los productos de consumo que debe comprar la hotelería cubana.

El crecimiento de la economía cubana será afectado, las necesidades sin
satisfacer persistirán, y con ellas subsistirá la tensión política y
social que la apertura relativa a los sectores que reciben dólares de
los emigrados (poder viajar, comprar electrodomésticos, ir a hoteles de
lujo) no podrá calmar, ya que ni los pobres urbanos, los lumpenes ni los
estudiantes e intelectuales radicales se cuentan entre los beneficiarios
de esas medidas distensivas.

Además, Cuba no tiene, como China o Vietnam, una enorme masa de mano de
obra barata disponible. La de la isla es escasa y debido a lo obsoleto
del equipamiento industrial y agrícola es relativamente cara y tiene
baja productividad, aunque tenga alta creatividad potencial y buen nivel
cultural, y el país no es rural sino que 75 por ciento de su población
es urbana.

La gente común (sobre todo los jóvenes que entraron en la pubertad en
los años 80) se ha formado en la crisis y en la escasez durante más de
20 años y deberá seguir remando con gran esfuerzo contra la corriente.
El efecto sicológico y político de este hecho es y será enorme, y tiende
a polarizar más la sociedad entre el ala desesperanzada u hostil y la
que busca una renovación radical, aunque en el centro, entre los
burócratas, los miembros del partido y los intelectuales (es decir, en
las capas privilegiadas y dominantes, incluyendo en éstas a los miembros
del partido en uniforme que aunque forman un grupo particular también
tienen diferencias internas), se muevan las tendencias que apunta Samuel
Farber.

Pero lo importante es que en Cuba la protesta estudiantil y la de los
intelectuales no es igual a la que existió en su momento en la Unión
Soviética o en Checoeslovaquia, pues es liberalizadora, potencialmente
libertaria, no neoliberal, y tiene fuertes elementos democráticos y
autogestionarios que aparecen esbozados en artículos de importantes
revistas cultural-políticas. Lo importante es también que el pueblo
cubano se formó en grandes experiencias políticas, aunque con una
dirección que parecía omnipotente porque se apoyaba en ese consenso
siempre renovado. Y lo importante, por último, es que la crisis de
desarrollo, en todos los sentidos, que encara Cuba, tiene lugar cuando
hay en América Latina un entorno favorable y una crisis profunda del
enemigo imperialista. Todo está en juego.

http://www.jornada.unam.mx/2008/05/25/index.php?section=opinion&article=016a1pol

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