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Monday, May 05, 2008

Salarios, productividad y eficiencia: lo que hay que hacer

Elías Amor
Salarios, productividad y eficiencia: lo que hay que hacer
No pasa un día sin que se reciban nuevas informaciones procedentes de la
Isla, relacionadas con las reformas introducidas por Raúl Castro
14 de abril de 2008 13:50

El anuncio realizado recientemente por el gobierno cubano de que los
sueldos se van a establecer de acuerdo con la productividad, y que se
suprimen por tanto, los niveles y restricciones que hasta la fecha
habían venido fijándose para los empleados estatales (la mayoría de la
población ocupada en el país, casi el 80% del total), es otra de las
innovaciones que se vienen produciendo en las últimas semanas en esa
especie de ola de reformas que pretende sacar a la economía y sociedad
cubanas del marasmo del totalitarismo castrista.

Cierto es que durante décadas, el régimen comunista cubano había
reivindicado la política de igualdad salarial, sólo rota con los premios
y recompensas que los trabajadores recibían en mayor medida por el
cumplimiento a rajatabla de las órdenes recibidas, que por la eficacia
en el desempeño. Siendo niño, aún recuerdo aquella "regla de oro" que
recibió mi padre por su buen comportamiento y servicios prestados, que
nos permitió volver a pasar las vacaciones de verano en una residencia
que años antes había sido expropiada a la familia. Estábamos en la
década de los años 60, en pleno fervor revolucionario, y doy por seguro
que aquella recompensa fue muy bien recibida por todos, aunque es cierto
que tan sólo uno o dos años después abandonábamos el país rumbo a la
libertad, y todo aquello no fue más que un episodio perdido en la
memoria de nuestra vida.

Cimentar las bases de la retribución salarial en función de la igualdad,
una de las máximas ideológicas del castrismo, está en el origen de buena
parte de los males del sistema económico cubano y los efectos
perniciosos que genera sobre el comportamiento de los agentes. Por
supuesto que un médico es igual, en términos humanos, que un obrero del
campo, pero el trabajo que se realiza, el servicio que se presta, la
aportación a la sociedad, no puede ser igual. El error es creer lo
contrario, y defenderlo de manera demagógica durante casi medio siglo de
intervencionismo totalitario. Es cierto que el castrismo siempre se ha
justificado en la palabrería marxista estalinista, y que, hasta cierto
punto, la inversión que realiza el Estado en la producción de un médico
es muy superior a la que se efectúa para un obrero agrícola, asumiendo
que en Cuba nadie es dueño de su destino individual, sino que Castro lo
domina todo. Pero eso, en modo alguno, justifica la capacidad directiva
que siempre se ha tenido sobre los ciudadanos, impidiendo que trabajos
diferentes perciban sueldos distintos.

Los primeros cambios vinieron, como muchas de las cosas que ahora
ocurren, con el advenimiento del "período especial", y la necesidad de
adoptar medidas de compensación para evitar un caos social. Los
trabajadores que en aquel momento pudieron acceder a las joint ventures
extranjeras, observaban como sus retribuciones, en dólares, alcanzaban
proporciones muy distintas a las de los empleos estatales mal pagados e
igualitarios que habían abandonado. Aunque el sistema de selección y
colocación establecido por el castrismo primó en mayor medida la
obediencia y el buen comportamiento, la semilla de un nuevo modelo ya
estaba en un suelo abonado para los cambios. Nadie en Cuba pretendía
conformarse con sueldos de 10 a 20 dólares mensuales.

La situación parece que ahora ha cambiado. La posibilidad de usar moneda
convertible, si se tiene acceso a ella, de realizar y mantener depósitos
bancarios en dólares o euros, la utilización generalizada de medios de
pago para el acceso a los bienes y servicios que se van liberalizando,
plantea necesariamente, la conveniencia de modificar la estructura
salarial. Hace tiempo que una familia cubana en la que nadie trabaja,
pero que recibe remesas de sus familiares exiliados, se encontraba en
una posición más favorable para acceder a una amplia gama de bienes y
servicios que otra familia cuyos ingresos procedieran exclusivamente del
empleo estatal. Ningún marxista en su sano juicio puede aceptar tamaña
afrenta. Lo que ahora se acomete es una reforma de alcance que, de buen
seguro, va a consolidar las diferencias que son precisas para que en una
sociedad se produzcan los primeros procesos de transformación real hacia
la acumulación de capital y la redistribución de la propiedad.

Si los médicos cubanos, los profesionales de la ingeniería,
telecomunicaciones, biotecnología, ciencias, observan que sus
retribuciones se vinculan a la productividad y permiten alcanzar un
nivel de gasto superior, van a modificar sus expectativas de consumo, al
capitalizar esos mayores ingresos. De igual modo, las personas que ahora
consideran que es mejor acceder a los empleos en el turismo o las joint
ventures, de poca cualificación y que no exigen formación, van a cambiar
posiblemente su perspectiva hacia la realidad social. No hace mucho
tiempo, desde Granma se hacían eco de que cada vez son menos los jóvenes
que desean acceder a la Universidad a cambio de buscar empleos como los
referidos. No es extraño, si se piensa que las retribuciones que les
esperan en los empleos estatales son mediocres, y con escasas
posibilidades de futuro.

Vincular salarios a la productividad y la eficacia en el desempeño es
una buena idea, a la que habrá que prestar especial atención. El
problema es que el aparato burocrático cubano y su estructura
departamental, no va a poder mejorar la productividad o la eficacia de
forma automática. Para ello, se requieren inversiones en tecnología,
conocimiento, comunicación, orientación al cliente, incentivos,
expectativas de mejora continua, de carrera profesional. Desde hace
algún tiempo, Raúl Castro habla de las reformas en la administración
para asegurar un mejor funcionamiento, pero no hay indicio alguno de por
dónde pueden ir las medidas anunciadas.

La estructura de la administración pública cubana es demasiado
paquidérmica y endogámica, con estrechos vínculos al partido único y las
asociaciones de masas, lo que no favorece en modo alguno su
profesionalización y eficiencia. Pasarán años, sin duda, antes de que se
pueda visualizar el resultado final, pero de lo que no cabe duda es que
uno de los retos de la transición a la democracia en la Isla va a ser la
reforma de la Administración pública y su definición como una
organización al servicio de la sociedad y no para dominar a la sociedad.
Quizás la pretensión de desnivelar los salarios y vincularlos a la
productividad sea la solución final, pero antes es preciso atender a una
serie de elementos que, si se obvian o no se atienden adecuadamente,
puede suceder que las medidas, aun siendo adecuadas, no terminen
produciendo los efectos esperados.

http://www.eldiarioexterior.com/noticia.asp?idarticulo=19825&subtema=

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